jueves, 30 de julio de 2015

El emprendedor rockero: Bruce Dickinson

El concepto que más se repite en el actual léxico del cantante es, precisamente, emprendimiento, aunque se trata de una actitud que explotó desde sus inicios. Desde que en 1980 se juró integrar Iron Maiden luego de verlos en un show londinense -para después empujarlos al podio como la banda inglesa más importante del metal de los 80-, el intérprete abandonó momentáneamente la agrupación en 1993 y, en paralelo a su carrera solista, ahí comenzó su formación como piloto y empresario. 
“Empecé de manera muy espontánea en Florida y con un instructor que me llevó a este mundo. Gasté mucho tiempo preparándome. Por casi una década trabajé a tiempo completo como piloto. Me gusta mucho, aunque debo decir que ser cantante de una banda de rock duro es cero contribución a un trabajo como piloto. En cualquier caso, hacer ambas cosas es divertido”, relata. 
Con el avance de los años, la voz de Can I play with madness profesionalizó aún más su labor bajo el escenario y se convirtió en director de marketing y capitán de la aerolínea británica Astraeus, lo que le permitió pilotar durante varios años un  Boeing 757, condición en la que aterrizó en Chile durante las visitas de Iron Maiden de 2008, 2009 y 2011. Tras la quiebra de la empresa -lo que explica que en su escala de la semana pasada no haya podido arribar como aviador de su propia nave-fundó Cardiff Aviation Ltd, una firma encargada del mantenimiento de aviones comerciales y que fortalece aún más su perfil como frontman metalero diversificado en disciplinas tan distintas como la aeronáutica, la práctica de esgrima, el estudio de Historia  o la escritura de novelas.
“Mantener aviones es como la mayonesa de un sándwich: es lo esencial. Las mayores compañías aéreas sólo quieren ser más grandes y más grandes, pero no se enfocan en las necesidades más específicas, que es lo que nosotros ofrecemos, con un modelo totalmente distinto al del resto del mercado. En cualquier caso, y aunque con Maiden hablo desde un escenario para miles de personas y como conferencista sólo para unos pocos, la idea que transmito es que siempre se debe establecer una relación emocional con el cliente. Esa es la llave del éxito: la lealtad. Aunque aparezca un producto nuevo y mejor, que igual sigan prefiriendo lo tuyo”, describe el cantante, para luego citar, casi como contraparte de su filosofía, a Apple.
“Sus usuarios la veían en un principio como una compañía hippie, pero ahora abandonó sus convicciones. Por eso yo no ocupo iPhone”, zanja antes de sacar del bolsillo de su camisa dos celulares: uno de otra marca y otro mucho más grande, de los de la vieja escuela tecnológica, de clásica similitud con un ladrillo, pero con los que controla a distancia ese otro mundo consagrado a los negocios y las inversiones.

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